martes, 30 de marzo de 2010

Emigrar.

"El barco se hunde", (frase célebre gastronómica).

El cocinero o pastelero que lleva la profesión en las venas se ve motivado básicamente por sensaciones y búsquedas... es así como vamos construyendo nuestro camino. Uno de los principales motivos de nuestro pertenecer a un lugar laboral es el "Equipo". El gastronómico apasionado busca rodearse de otros compañeros apasionados...busca rodearse de colegas que despierten y motiven nuestras propias habilidades. Un equipo mediocre es = a limite y a nulas posibilidades de desarrollar nuestra creatividad y potencialidad. Muchas veces los gastronómicos nos encontramos en el dilema de "trabajo o vocación". Nuestro contacto con el mundo y las responsabilidades nos suelen limitar en nuestras elecciones. Los gastronómicos con hijos son los mas complicados a la hora de elegir...como todo ser humano que tiene que responder a las necesidades de otro ser, el gastronómico padre o madre muchas veces tiene que aguantar situaciones de todo tipo en pos de un sueldo. Muy por el contrario, el gastronómico que se mueve solo en la vida puede salirse de situaciones no gustosas más fácilmente y meterse en lugares y posibilidades nuevas.

Queridos lectores: he decidido cambiar de equipo de trabajo y lo haré esta semana.
Esta decisión es normal en nuestra profesión...es lo que alguna vez ya explique en una nota titulada "Profesión golondrina".
La decisión: Sentía que estaba en un espacio de trabajo en el cual mis capacidades he inquietudes ya no encajaban y se que cuando ésto ocurre es tiempo de emigrar hacia nuevas rutas. La gastronomía es crecimiento constante y es una profesión que más allá de las obligaciones laborales está íntimamente ligada con nuestra esencia y con nuestro ser. Muchas veces depositamos en nuestro trabajo un plus que lejos está de cumplir un horario y una rutina; es nuestra creatividad y pasión que nos desbordan y hacen perder la razón. Además la gastronomía tiene esta cosa de "segundo o más que segundo casi primer hogar diría yo". Nuestro jefe de cocina es nuestro papá, mamá, guía y mentor. Nuestros compañeros son nuestros hermanos/as, amigos/as, pollitos/as. El jefe de cocina arma su equipo, elige con que piezas jugar y con cuales no...El éxito o fracaso de una cocina radica esencialmente en el equipo de cocina que se halla conformado. Cuando un jefe de cocina te dice: "Búscate otra cosa", o "Estoy buscando trabajo", o "El barco se hunde", es señal de que hay que ponerse salvavidas y saltar lo antes posible.
En mi "ex trabajo", (ya así podemos llamarlo), sucedió ésto y así lo hice...me procure encontrar un trabajo con mejores condiciones de contratación y un nuevo equipo. Afortunadamente todavía puedo darme el lujo de elegir. Ya contaré sobre esta nueva experiencia que se avecina!. ¿Que me llevo del restaurante que dejo?: más batalla, más experiencia, el orgullo de sostener uno de los sectores más complicados del lugar y salir invicta, el orgullo de haber hecho rendir al sector lo más posible sacando lo mejor de cada uno de mis compañeros de área, el orgullo de haberme ido bien, de seguir creciendo y saber que mi dignidad esta bien en lo alto. Me llevo muchos buenos amigos gastronómicos y posibles contactos para un futuro; personas para el olvido y otras pocas inolvidables. Muchas risas, cansancio, satisfacciones y aprendizajes.
Ayer hicimos una especie de despedida/reunión de amigas gastronómicas en casa....Ex compañeras que ya han emigrado y actuales...Todas seguiremos nuestros caminos laborales...siempre en contacto....con anécdotas inolvidables y amistades impagables. Me voy feliz de éste lugar...me voy sintiéndome querida y valorada por mis jefes y compañeros...de los dueños mejor ni hablo. Me voy feliz porque he hecho un cambio para bien, con miras de crecimiento...Siento que este año, después de tanto sacrificio, se me abrirán puertas positivas. También se ha abierto la posibilidad de competir el año entrante...ya les contaré. ¡Una nueva etapa comienza!, ¡Hasta la vista!.

domingo, 21 de marzo de 2010

Pastelina Vengalina/Tras el ladrón de zuecos...La continuación.










El galpón de Pastelina se encontraba a oscuras. “Pip-pip, pip-pip, pip-piiippp. Pip- piiiiiippppppp, pip- piiiiiiiiippppppppppppppppp……pip- piuuuuuuuuuuuuu u u u”, Pastelina manoteó el reloj despertador y lo revoleó hasta donde su brazo dormido le permitió lanzar. Pastelina tenía una nueva jornada por delante. Mal humorada, tanteó el velador que tenía junto a la cama, sobre el piso; lo encendió y se sentó en la cama. Su cabellera estaba revuelta, algo típico en ella…Pastelina se quedó mirando ningún punto en particular. Pastelina recordó su día anterior, tomó noción del tiempo y del espacio…se mal humoró un poco más. Pastelina acostumbraba dormir poco, no porque no quisiera… (Pastelina es de esas personas que necesitarían un día más largo o una inquietud un poco más aplomada.) Vengalina estaba acostumbrada a esta vida de “miseria citadina”: tenerlo todo y no tener nada…Un trabajo, comida, techo, ropa....una misión….amigos….pero muchas veces se preguntaba si con todo ésto era realmente feliz. Pocas eran las veces que Pastelina se detenía a pensar en ella…pocas las veces que podía disfrutar de un atardecer, de un mate; pocas las veces que podía disfrutar de compañía masculina. Pastelina tenía “ésta” sensación de ser una heroína dentro de una heroína y así cuando miraba en su interior se veía desdibujada.
Pastelina miró por su ventana de 20 cm por 60 cm, (una especie de visor al exterior), y pudo ver como diluviaba… “Mierda, mierda, mieeerda”. Se lavó los dientes, la cara, ató su cabello con una bandita elástica y se puso doble desodorante. Luego, fue hasta su cama; de un pilón de ropa, tomó un pantalón a cuadros de cocina, una remera, separó un par de medias negras con lunares turquesa y fue hasta el placard. Buscó las botas de lluvia verde militar, se sentó en la cama, se puso las medias y luego las botas….Se levantó y fue hasta el perchero que tenía junto a la puerta de entrada. Tomó el piloto verdoso opaco plástico y se lo puso; abrochó los brochecitos de metal color bronce hasta por debajo de sus rodillas. Tomó su bolso de cuero marrón, sus gafas de aviador, su casquete y, con llaves en mano, salió apresurada.
(En los días subsiguientes...)
20 días continuos de lluvia torrencial azotaron a la ciudad. Pastelina se sumió en su trabajo y en su misión. Pastelina gustaba de la lluvia….gustaba de ver a la gente corriendo por las calles, huyendo de los lugares comunes. Su investigación en el caso de “Los zuecos vengalines” se basó básicamente en averiguaciones telefónicas e hipótesis…Pastelina se hallaba desorientada, no tenía información concreta de donde agarrarse…solo seguían apareciendo nuevos casos de "desapariciones." A la salida de su trabajo, la Confiteria “La comarca”, Pastelina deambulaba, enfundada en su equipo "anti lluvia", por la ciudad. Iba con su motoneta de los 40´, en búsqueda de alguna pista, de algún movimiento extraño. Cierta tardecita, Pastelina paró con su máquina en una esquina y se quedó allí obsevando el movimiento de la calle…Pastelina vió pasar en un río de agua infinidad de elementos: una alpargata, un vaso blanco descartable, colillas de cigarrillo, una medibacha, un papel de alfajor…un grillo chapoteando, retorciéndose….Pastelina se movió en su asiento, se bajó las gafas…La lluvia no la dejaba ver bien, sin embargo, pudo ver como el grillo siendo arrastrado por el agua, se alejaba. Pastelina se tomó la frente con una mano, se enjuagó los ojos empapados por la lluvia y sacó de su bolso un pastelito “no vengalin”…un pastelito al mejor estilo Pastelina…una delicia para renovar su estado de desgano. Vengalina disfrutaba su pastel bajo la lluvia…la felicidad la invadía...De pronto, un Fitio rojo pasó a su lado…Pastelina lo vió pasar de refilón….”Fitio”, “Fitito rojo”……”FITITO ROOOOJO!!!!!!!!!!!” , Pastelina reaccionó y algo en su interior le dijo: “Seguílo, seguílo!!!”. Pastelina guardó su pastel comido en uno de los bolsillos de su piloto, se puso nuevamente las gafas y arrancó la motoneta de manera torpe y alocada. La noche estaba avanzada y Pastelina comenzó a seguir al vehículo… Una calle y otra, doblar y otra calle y un semáforo y otra calle….Pastelina trataba de ver por entre las gruesas y tupidas gotas quien manejaba el auto…pero no lograba hacerlo. Pastelina manejó casi ciegamente durante un largo rato…perdió noción del tiempo y del espacio. La lluvia se deslizaba por sobre su piloto de goma duro, sus guantes de quehaceres domésticos color naranja, le habían resultado de maravilla durante estos días apocalípticos. Finalmente, el auto se detuvo. Con cautela, Vengalina frenó la motoneta y se acobacho en la esquina…observó. No sabía donde se encontraba. Las calles estaban en completa soledad. El asfalto era ancho y las casas se encontraban espaciadas. Algunos lotes de la cuadra estaban vacíos y otros eran ocupados por fábricas. La puerta del Fitito rojo se abrió y un señor petizo y robusto descendió. Vestía sobretodo negro y sombrero de vestir también negro. Abrió la puerta trasera y tomó dos paquetes de cajas encintados. “Cajas de zapatos”, pensó Pastelina. Un gato rozó la pierna de Vengalina y luego salió corriendo…se perdió en la oscuridad. Pastelina se enfocó en aquel extraño sujeto. Estaba entrando en una doble puerta de hierro negro. Las puertas se cerraron. Pastelina se quedó espectante, perpleja…inmóvil en su motoneta. Una lámpara colgaba por sobre aquella puerta de hierro y Pastelina pudo observar que allí había un cartel. Pastelina comenzó a avanzar sentada en su motoneta apagada….se fue acercando. “Ggggg…Gooo...Gooooniiiii…”, “Goni!”, leyó “GONI”. Pastelina se acercó lo más que pudo y bajó de la motoneta. A un costado de la puerta, casi pegada a la vereda, había una pequeña ventana enrrejada. Pastelina se tiró al piso. Adentro estaba iluminado….Pastelina lo vió todo. Máquinas, mesadas, estantes repletos de zuecos estropeados, otros brillosos, papel madera con bosquejos, rollos de cuerina…planchas de cuero, gomas, pegamentos, lápices, pomadas, cepillos... El señor extraño entró al cuarto. Apoyó las cajas en una de las mesas, se sacó el gorro, el sobretodo y los colgó en un alto perchero de madera oscura que se encontraba en un rincón. El hombre se sentó en una banqueta alta, junto a la mesada en la cual había apoyado las cajas. Con sus manos, se tomó de la barbilla, luego tomó un cuchillo “Tramontina” que había en la mesa y cortó los hilos que ataban a las cajas. Comenzó a abrirlas y a sacar "Zueeecos gaaastronóoomicooos". Pastelina abrió bien grandes sus ojos…se bajó las gafas de aviador y las dejo colgando de la goma negra que las sostenían de su cuello. Pudo observar que los zuecos estaban sucios…estropeados….tenían uso…..”Estan usados!”, “Este hijo de puta!”, pensó Vengalina. El señor tomó un par de zuecos azules y comenzó a acariciarlos, “Papi te va a a hacer renacer, hermoso”, dijo. Pastelina se incorporó….su cara tenía un gesto nuevo, indescriptible, una conjunción de sensaciones horrendas…Tomó su motoneta y retrocedió apresurada, confusa. Volvió a la esquina que la guarecía. Pastelina no lo podía creer….”GONI” era la empresa de zuecos gastronómicos más cara del país. "Éste tipo debe ser “Nestor Goni”, el multimillonario de los zuecos gastronómicos", pensó. Pastelina se quedó perpleja unos instantes hasta que finalmente puso en marcha su motoneta, se calzó las gafas y arrancó. Pastelina se abrió camino en la lluvia.
(Una lucecita se veía avanzar en las calles mojadas y desoladas...)
“Menos mal que mis zuecos de reptil verde me los trajeron de Ucrania”, pensó Pastelina mientras volvía a casa. Pastelina siguió camino sabiendo dos cosas: una que “Este señor era un claro caso merecedor de sus pasteles aleccionadores” y otra que “Mañana debería volver a trabajar a “La comarca”.